miércoles, 2 de noviembre de 2011

1º Fecha 2011 VII Bossa Nova en Argentina- Teatro Alvear

Orquesta a Saidera- Teatro Alvear. Foto Agustina Saubidet

Ayer, dio comienzo el VII Festival de Bossa Nova en Argentina, festival que reúne no sólo dos culturas; sino, una pluralidad de sonidos; pinceladas auditivas que nos recrean en diversos paisajes, como fue el caso de Cassio Carvalho, cantante y compositor brasilero.
Tarea difícil para este cantante ser el responsable de abrir el festival en el emblemático Teatro Alvear de la calle Corrientes.
Sin embargo, Carvalho sin tanto protocolo abrió con su pandeiro y su voz, enfrentando un momento de gran importancia para muchos de los que estábamos ahí. Conmovido, el público, de igual protocolo, aplaudió no sólo su alta sensibilidad musical, sino su sutileza y sencillez poética y claro que sí, el coraje para aquel salto impecable. Su versátil repertorio, que alcanza casi ya un tercer disco, supo recorrer los rincones de los sonidos de su guitarra y de su voz. Imposible no conmoverse. Una dulzura, Storni sic.
Cual juego de la posta, esas que corríamos de chicos, se suman al escenario los músicos de Patua (no así, Marcela Viciano, su cantante, que entraría piezas después). De esta manera, Patua le agrega el condimento ideal al momento y se produce ese primer gran ensamble improvisado junto a Carvalho, sinergia pura. Remarco la alegría y la belleza con la que cerraron aquella fusión, una despedida alegre como la de ver a un hijo crecer y partir atravesando um Jardim da Gloria.
Segundos después, entra Viciano, Carvalho la abraza y le deja el escenario libre, cual reverencia, para que Patuá siga el juego.
La propuesta de estos muchachos incluyó un recorrido por la multiplicidad de paisajes musicales: cascadas entre morros, por momentos cielos azules, mar, olor a arena, verde a cavaco, tierra en el surdo, un bajo juguetón llenando de pinceladas de jazz la rítmica argentobrasilera. Marco también, o al menos ahí lo hizo mi cámara, la energía del baile que fluía entre Vazquez y Szer, alias Jonatan, invitado improvisado perteneciente a Saidera que fue a “echar una mano” y jugar un rato junto a Patuá. Este dichoso ensamble percutivo no sólo enriqueció la rítmica de Patuá, sino que a Vazquez (el percusionista principal) le permitió jugar más libremente con su set y lucirse. Sin embargo por debajo, la voz del surdo dirigido por Jonatan Szer a muchos nos empujaba a bailar; pero faltaba, faltaba para a Saidera... Aún quedaba escuchar un solo de Juan Pola, guitarrista de Patuá que a varios sorprendió. Indudablemente, una delicada sensibilidad rítmica volaba entre ellos.
Viciano una vez más nos acercó una de sus composiciones, una mezcla interesante entre Brasil y la tierra argentina, paseándonos oportunamente por los senderos de Yemanja. Y claro está, se suman a estos deliciosos histrionismos los acostumbrados por el chileno Campos en su bajo y la simpleza de Laura Tappata en su cavaco quién en más de una oportunidad se alzó con unos bellísimos coros.
Luego de un gran aplauso, la locutora anuncia que deberemos aguardar unos instantes. Como siempre a Saidera se toma sus tiempos para presentar ese gran banquete; pero nadie ya duda de que vale la pena la espera.
Arrancan.
Los ojos del público no saben a dónde mirar, es como una sinfónica que va “a las chapas” alegre y los pies caminan de repente por carbones encendidos.
Esta orquesta nos deja siempre con las mismas dos opciones: o tocás o bailás, no hay otra.
Dicen por ahí que quien “volta pra Pixinguinha volta pra o ritmo da vida” Y así pues puede verse, fiel a sus opciones, como los mismos músicos de la orquesta  no pueden dejar sus pies tranquilos. Sonrisas y concentraciones cómplices entre Cacioni y García Strauss, entre Lopez Grande y el danzante Szer denota una camaradería simpaticona y alegre, esenciales para conservar la cadencia y el ritmo (ahí una semicorchea de más o de menos "complica la complejidad" de la obra).
El Mestre, Emiliano Alvarez, observa todo desde una justa distancia: distancia por momentos académica, por momentos de tarde de domingo con amigos después de un asado. Es de destacar, después del asado, la belleza de la voz de la primera invitada Gabriela Waciarz, sin dudas la Roberta Sá argentina. Más desenvuelta que otras veces, se lució esta vez entre el canto y el bailar (nueva faceta de la cantante), aunque ese momento de solo “a capella” de Waciarz, detuvo por un segundo cualquier movimiento…

Volviendo a la orquesta, recomiendo hacer el interesante y complejo ejercicio de INTENTAR  escuchar las voces de los instrumentos por separado. Es realmente un juego de precisión cuasi mecánica, como un reloj suizo, donde en su conjunto las diversas voces conservan con sentido, su singularidad; aportando al resto una riqueza tanto sonora como rítmica. La ola colectiva los atraviesa. Y así, bajo estas coordenadas, fue la versión de Acuarela do Brasil, que de la mano de Daniela Horovitz pintaban ayer estos fabulosos músicos, esta A Saidera, que son como unos diecinueve, creo, no sé, mis ojos no podían contar, no sabían dónde mirar y los pies no me dejaban sacar fotos.
Capitulo a parte fue la maestro Sebastián Luna en cavaquinho, quien con extrema timidez "visitante", deslumbró en el escenario.

Bueno, algo así fue para mí la apertura del  Festival ayer, y no quería dejar de compartir mi mirada y no sólo unas fotos por facebook.

FELICITACIONES a TODOS los MUSICOS de esta maravillosa primer fecha.
Dicen que vamos por más, dicen…

Agustina Saubidet
p/ Bossa Nova en Argentina